martes, 1 de enero de 2008

AÑO NUEVO


Un año más que empieza, dejando atrás el anterior, posiblemente el año mas fatídico y catastrófico de mi existencia. Anoche, como es habitual en esa fecha, de cena con los amigos y luego a tomar unas copichuelas por ahí. Hay que ver la de gente rara que se observa en nochevieja. Bueno, el resto del año también. Pero es que lo de anoche fue antológico. Aparte de lo normal que se ha convertido ver a la mayoría de la gente con las pupilas dilatadas y excesivamente activos, la gente es muy rara, son seres que pululan por la ciudad a oscuras con vestidos y trajes artificiales que les dan un aire artificial. Algunos se visten de la manera mas extravagante con el único fin de llamar la atención, como ejemplo una niña que llevaba la ropa estilo Supermán. Entiéndase ese estilo el llevar las bragas por fuera. Y no me refiero a enseñarlas un poco o un mucho por arriba del pantalón. No. Es que la pobre, imagino que con las prisas, las llevaba por encima del pantalón. Como ya he dicho, estilo Supermán. Ante esta visión, me tuve que sumergir mas aún en los vapores etílicos del whisky. Por supuesto, de garrafón, para seguir la tradición. Y gracias a eso es como me he levantado hoy. Con una resaca del copón y con un dolor de cabeza bastante importante.
Menos mal que uno conoce el remedio para dejar atrás ese estado de semiembriaguez llamado resaca. Por lo menos el remedio del día 1 de enero. Es, a la vez que extraño, difícil de explicar. Se trata de tomarse un café con leche y poner la televisión, la primera cadena para ser mas exactos. Y darle un alivio a tus oídos y una alegría a tu vista con el Concierto de Año Nuevo de la Orquesta Filarmónica de Viena. Este año dirigida por Georges Prêtre. Un tipo muy original a la hora de dirigir un concierto, sin partitura, aprendiéndose el concierto de memoria para tener un contacto visual directo con los músicos. Y todo eso a sus 83 años. Una delicia de concierto que excita tu mente y hace olvidarte de las miserias humanas. El final, con el ya famoso y tradicional vals El Danubio Azul. Acompañado de una pareja de bailarines que han hecho las delicias de publico y televidentes. Y la apoteosis última, la marcha Radetzky, con el publico entusiasmado aplaudiendo al son de la misma y con el director dirigiendo al mismo tiempo a la orquesta y al público. Sublime. Algún día, espero que no muy lejano, me gustaría asistir. Puede ser una muy buena manera de celebrar el cambio de año. Y es que siempre estamos buscando las novedades. Ya nos empieza a aburrir siempre lo mismo. De hecho, me propusieron anoche celebrar el próximo fin de año en Punta Cana. También una muy buena opción, y más, teniendo en cuenta la compañía.

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