domingo, 20 de enero de 2008

JUSTI (cias) E IN(justi)CIAS


Ayer fui a ver a mi sobrinilla como aprendía a bailar. Una clase particular con su pareja. Hay que aclarar que la niña tiene 9 años, y su pareja poco más o menos. Están aprendiendo baile latino con la sana intención de competir. Antes de que empezasen las clases cogí aparte al pequeño sátiro que tiene por pareja y estuve hablando con él. Le comenté que yo también sabía bailar, aunque no ese tipo de baile tan técnico y profesional. Que yo aprendí a bailar en las verbenas de los pueblos, sobre todo el pasodoble. Que fui un autodidacta y que sabía el verdadero motivo de esas verbenas y ese baile, que no era otro que el de restregar la cebolleta por tu acompañante y manosear lo más posible a la misma. También le dije que he vivido los tiempos en los que en las discotecas había un momento para el baile lento, en el cual todos íbamos como lobos hambrientos en busca de una corderita a la que arrimarnos y restregarnos. Le expliqué que no hacía falta que tocase a mi sobrina, que con que bailase a su lado tenía bastante, que su mirada estaba sucia al igual que sus manos y sus intenciones. Los ojos se me empezaron a inyectar en sangre y se me hinchó la vena de la frente, al tiempo que agarraba al pobre muchacho por el brazo y le cortaba la circulación sanguínea. Solo el "niños a la sala a bailar" de la profesora salvó al niño de una gangrena mas que segura en su brazo izquierdo. Una vez en la sala, por supuesto, el niño no me hizo caso y agarró a mi sobrina con todas las de la ley del baile latino, y solo el abrazo fuerte de mi hermano y la sujeción de mi cuñada y varios padres mas evitaron que le hiciese un placaje al niño que ríete tú de los de rugby. Total que me tuve que ir. Encendido como un ascua de barbacoa.
Por el camino, conduciendo, tuve un pequeño incidente con una conductora, un incidente mínimo y sin importancia. Pero claro, yo ya estaba encarrilado y, parando el coche y apeándome bruscamente le dije a la señora del mal que se tenía que morir, mis brazos gesticulaban al igual que las aspas de los molinos del Quijote. Mis últimas palabras fueron "coja usted un taxi señora, la humanidad saldrá ganando", mientras veía como la pobre mujer iba encogiéndose en su asiento y menguando hasta casi no distinguirla. Otro conductor que intentó mediar también sufrió mi cólera hasta que empezó a hacerse pequeño también y se retiró a su vehículo.
Cuando llegué a casa me dije que no podía ser esta situación. Que me estaba convirtiendo en un antisocial y un marginado. Sé que en estos momentos no soy la mejor compañía, pero también sé que no soy así, ni de lejos. No es justo el trato hacía el niño, ni hacía la señora, ni siquiera hacía el otro conductor. Tampoco es justo las cosas que tiene uno que oír y que leer de cierta gente. Ni es justo que esté yo pasando por lo que estoy pasando. Ya veis, la vida parece que no es justa. Que juego de palabras se puede hacer con todo esto, Justi hablando de justicias e injusticias. Espero que nadie caiga en la tentación de hacer bromas sobre eso. Aunque, teniendo en cuenta mi idiosincrasia, que la gente adivine qué parte de esta historia es real y cual no. Que la gente adivine qué es justo y qué no. ¿Qué parte de todo esto es inventado por mi neurona perturbada y qué no lo es? Aunque alguien acierte, lo negaré siempre.

Frase del día: "una idea fija es una gran idea, pero solo porque ocupa toda la cabeza"

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