viernes, 14 de diciembre de 2007

Estoy ardiendo y siento frio.


Sigue el frío, tanto interno como externo. Ayer estuvo por aquí mi niña con su niña, ambas un encanto, o sea, dos encantos. La pequeña malita la pobre, que pena da ver a un ser de tan corta edad enfermo. La pobre ardía de fiebre, en contraposición al frío ambiental. Ha crecido mucho en las dos o tres semanas que no la veía. Y aún estando malita, sigue siendo una peladilla que no puede ni quiere estar quieta. Y menos mal, que los niños tienen que dar guerra continuamente,que para eso son niños.
Se me ha quedado grabada una frase: "Justi, vamos a la cama", que aunque pueda llevar a engaño, entraña muchas apreciaciones y muchas aceptaciones, dado el numeroso elenco de posibilidades que acompañan a una cama. En este caso en cuestión el sentido era totalmente inocente, pero sentí una turbación en mi neurona y salté como un resorte. ¿Será la costumbre por la respuesta que siempre acompaña a esa frase cuando proviene de una voz femenina? ¿Será el subconsciente? ¿O simplemente será que uno es muy bien mandado y obediente? No sé, las personas tenemos una parte primitiva que nos hace responder a estímulos, algunos tienen esa parte primitiva mas desarrollada que otros, o mas "domada".
Cambiando de tema, el otro día trabajando me encontré con ese pedazo andamio que muestra la foto que le eché con el móvil. Manda carallo que diría un gallego, tener que subirse allá arriba. Enseguida mi neurona se puso alerta y empezó a recitarme al oído el vértigo que me dan las alturas. El miedo primitivo a caer al vacío y que ya se ha plasmado en numerosas ocasiones en autenticas pesadillas nocturnas en las que suelo acabar abrazado a la viga de un rascacielos en construcción o a un puente colgante sobre un barranco, sin poder moverme y aterrado por el pánico a caer. Habrá quien sepa interpretar los sueños, pero creo que en este caso no es nada merecedor de interpretación. Simplemente me da "yuyu" las alturas, siempre y cuando no haya una barandilla o muro en condiciones. Y no será porque no he peleado contra eso, que uno, en su juventud, no tan lejana, incluso saltó desde un puente atado y requeteatado a una cuerda. Eso que los entendidos y los no tanto llaman puenting. Me he subido a ciertas alturas y he visto precipicios desde el borde. Este verano pasado la última vez. Pero ni con esas. De vez en cuando me vuelven a asaltar las pesadillas en las que el protagonista es el miedo a la caída desde una gran altura. Ya me he hecho a la idea que es algo con lo que tendré que vivir, aunque viéndolo desde una perspectiva practica como es la del cerebro masculino, no es nada insuperable, simplemente es algo mas que integra mi ser y que, cuando recuerdas la pesadilla, hace mas divertida mi perturbación mental.
Y nada mas que añadir, solo que empieza el fin de semana y que sigo con la incertidumbre de si las ventanas de mi alma bajarán sus persianas, si se mantendrán abiertas o si simplemente crearán un ambiente en penumbras.

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