martes, 20 de mayo de 2008

ESCORIA



Un compañero, y sin embargo amigo, el cual me manda un chorro de correos que acaban, como casi todos, en la papelera del jodido hotmail, me ha mandado uno que me ha emocionado, como espero os emocione a todos los escasos lectores de este triste blog. Ahora no tengo excesivo tiempo, pero creo que esta tarde reeditaré la entrada y añadiré mi punto de vista y mi parecer a esta tristemente común historia. Ahí va:

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MALTRATADOR

Un chaval de 2 BTO. HA ESCRITO ESTO ... IMPRESIONANTE Y EMOCIONANTE ...

Fernando Orden Rueda, 2º de Bachillerato de Ciencias de la Salud. IES Bioclimático, de Badajoz. II Premio del II Concurso Nacional 'Carta a un maltratador', convocado por la Asociación 'Juntos contra la violencia doméstica'

Para ti, cabrón: Porque lo eres, porque la has humillado, porque la has menospreciado, porque la has golpeado, abofeteado, escupido, insultado... porque la has maltratado. ¿Por qué la maltratas? Dices que es su culpa, ¿verdad? Que es ella la que te saca de tus casillas, siempre contradiciendo y exigiendo dinero para cosas innecesarias o que detestas: detergente, bayetas, verduras... Es entonces, en medio de una discusión cuando tú, con tu 'método de disciplina' intentas educarla, para que aprenda. Encima lloriquea, si además vive de tu sueldo y tiene tanta suerte contigo, un hombre de ideas claras, respetable. ¿De qué se queja?

Te lo diré: Se queja porque no vive, porque vive, pero muerta. Haces que se sienta fea, bruta, inferior, torpe... La acobardas, la empujas, le das patadas…, patadas que yo también sufría.

Hasta aquel último día. Eran las once de la mañana y mamá estaba sentada en el sofá, la mirada dispersa, la cara pálida, con ojeras. No había dormido en toda la noche, como otras muchas, por miedo a que llegaras, por pánico a que aparecieses y te apeteciera follarla (hacer el amor dirías) o darle una paliza con la que solías esconder la impotencia de tu borrachera. Ella seguía guapa a pesar de todo y yo me había quedado tranquilo y confortable con mis piernecitas dobladas. Ya había hecho la casa, fregado el suelo y planchado tu ropa. De repente, suena la cerradura, su mirada se dirige hacia la puerta y apareces tú: la camisa por fuera, sin corbata y ebrio. Como tantas veces. Mamá temblaba. Yo también. Ocurría casi cada día, pero no nos acostumbrábamos. En ocasiones ella se había preguntado: ¿y si hoy se le va la mano y me mata? La pobre creía que tenía que aguantar, en el fondo pensaba en parte era culpa suya, que tú eras bueno, le dabas un hogar y una vida y en cambio ella no conseguía hacer siempre bien lo que tú querías. Yo intentaba que ella viera cómo eres en realidad. Se lo explicaba porque quería huir de allí, irnos los dos…Mas, desafortunadamente, no conseguí hacerme entender.

Te acercaste y sudabas, todavía tenías ganas de fiesta. Mamá dijo que no era el momento ni la situación, suplicó que te acostases, estarías cansado. Pero tu realidad era otra. Crees que siempre puedes hacer lo que quieres. La forzaste, le agarraste las muñecas, la empujaste y la empotraste contra la pared. Como siempre, al final ella terminaba cediendo. Yo, a mi manera gritaba, decía: mamá no, no lo permitas. De repente me oyó. ¡Esta vez sí que no!–dijo para adentro-, sujetó tus manos, te propinó un buen codazo y logró escapar. Recuerdo cómo cambió tu cara en ese momento. Sorprendido, confuso, claro, porque ella jamás se había negado a nada.

Me puse contento antes de tiempo.

Porque tú no lo ibas a consentir. Era necesario el castigo para educarla. Cuando una mujer hace algo mal hay que enseñarla. Y lo que funciona mejor es la fuerza: puñetazo por la boca y patada por la barriga una y otra vez…

Y sucedió.

Mamá empezó a sangrar. Con cada golpe, yo tropezaba contra sus paredes. Agarraba su útero con mis manitas tan pequeñas todavía porque quería vivir. Salía la sangre y yo me debilitaba. Me dolía todo y me dolía también el cuerpo de mamá. Creo que sufrí alguna rotura mientras ella caía desmayada en un charco de sangre.

Por ti nunca llegué a nacer. Nunca pude pronunciar la palabra mamá. Maltrataste a mi madre y me asesinaste a mí.

Y ahora me dirijo a ti. Esta carta es para ti, cabrón: por ella, por la que debió ser mi madre y nunca tuvo un hijo. También por mí que sólo fui un feto a quien negaste el derecho a la vida.

Pero en el fondo, ¿sabes?, algo me alegra. Mamá se fue. Muy triste, pero serenamente, sin violencia, te denunció y dejó que la justicia decidiera tu destino. Y otra cosa: nunca tuve que llevar tu nombre ni llamarte papá. Ni saber que otros hijos felices de padres humanos señalaban al mío porque en el barrio todos sabían que tú eres un maltratador. Y como todos ellos, un hombre débil. Una alimaña. Un cabrón.

Fuente: LA GACETA EXTREMEÑA DE LA EDUCACIÓN.


Bueno, lo prometido es deuda, y ahí va mi opinión acerca de esta lacra social y cultural que nos invade tan comúnmente en este nuestro bendito país.
Para mí, las leyes que nos gobiernan concernientes a todo esto están fuera de lugar. No responden a las necesidades de los ciudadanos y no ayudan lo mas mínimo en solucionar el problema. Y no me refiero a que las penas sean pequeñas, que no es así. Me refiero a dos puntos importantes.
El primero, haber sacado la ley de violencia de genero, que lo único que ha hecho es aumentar el odio e incitar mas a la comisión de estos delitos. Si antes había que demostrar mucho mas que lo razonable, que tu marido, novio, ex, o lo que sea, te maltrataba, ahora es justo al contrario. Por no hablar del mal uso que hacen mucha mujeres de esa ley. Ley injusta, por otra parte, ya que si antes eramos ciudadanos iguales frente a la ley, ahora somos ciudadanos desiguales gracias a la ley. Si se aplica el Código Penal como debe aplicarse, esa ley carece de fundamento.
El segundo, y quizá clave en este tipo de casos, es el no coger al toro por los cuernos. Un maltratador es tan psicópata como el peor de los asesinos en serie. No creo en su reeducación ni en su reinsercción. Y como es imposible reeducarlo y reinsertarlo, lo apropiado sería apartarlo definitivamente de la sociedad. Los gobiernos deben proteger a sus ciudadanos, al precio que sea, y dejarse de monsergas de ser excesivamente buenos, excesivamente progresistas, excesivamente condescendientes y excesivamente demócratas. Existe democracias mucho mas adultas que la nuestra, con mas carisma, con mas solera y pertenecientes a países contrastadamente civilizados, que mantienen la cadena perpetua. Y no se les tacha de torturadores ni de antidemócratas. Que hemos pasado de una dictadura en la que no se permitía nada, a una democracia en la que se permite todo. Y la cuestión no es ni una, ni la otra.

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